Ayer estuve hablando con mi sicoterapeua de como en septiembre, por seguir la tónica general, había empezado a hacer cosas:
- Un curso de budismo y sicología moderna online,
- Libros, uno del que hablaré aquí cuando lo termine, sobre las ideas santas y el eneagrama (y aunque no lo comenté en la sesión también otro sobre la compasión).
- Blog empezar uno para mi marca personal, pero este punto, no sé si lo hacía desde un deseo intrínseco de voy a hacer cosas o bien desde el ímpetu que me entra muchas veces por hacer algo para no terminar casi nada.
Luego el personaje que juzga, cuando me pongo esa máscara y empiezo a juzgar o cuando me cabreo por cosas que no me afectan, como puede ser que una compañera llegue tarde, esa ira de origen desconocido no me aporta nada a excepción de sufrimiento. En esto no saqué ninguna conclusión, a excepción de hacerme un diario. Creo que debería ir apuntándolo, para ser más consciente de este personaje y sobre todo de como surge y se apodera de mí. El viernes estuve cabreado gran parte del día, incluso por la noche cenando con uno de los pocos amigos antiguos que tengo, estaba incómodo.
Para una mente dispersa como la mía, cuando estoy enfocado, todo va mucho mejor, se me ocurren mejores ideas, más realistas y si estoy trabajando intentando hacer cosas útiles, me hace sentir mucho mejor, más realizado. Esto va en contraposición con lo que suelo hacer, que es divagar y que me sienta mal, como siempre, de alguna forma elijo lo segundo, la cuestión es ¿para qué elijo lo segundo?
Bueno, voy a mi meditación diaria 🙂